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Jamás lo vas a saber

Jun

Jun

Alma restregaba el cuerpo del marido con una tusa de maíz enjabonada, el cuello de toro, el pecho velludo, el vientre, la espalda, los muslos, la mirada de milano en los senos duros, en las caderas, en el vellón negrísimo del pubis, las manos de Alma sobre el vientre, se deslizan a los testículos, soba rítmicamente el miembro entumecido, adelante, atrás, el falo de garañón, de toro de lidia, el hombre encendido por el deseo de pie frente a la gitana que se pone de rodillas, el miembro degustado con artificio, con laboriosidad, con glotonería, la esperma caliente sobre los senos, el vientre, los muslos. La gitana mira a la pared que la separa del cobertizo, lo sabe ahí, contemplándola cabalgar, mirándola poseer al hombre rendido, boca abajo, la lengua buscona en el círculo negro, rodeándolo, hundiéndose en él, la tusa sujeta con ambas manos se introduce de un golpe y provoca un estertor en el cuerpo de ébano que se retuerce y serpentea en el suelo, ella a caballo sobre la espalda sostiene la tusa con una mano mientras con la otra se frota el clítoris, lo sabe ahí, tras la pared, tras el agujero taladrado en la madera, contemplándola, viéndola espléndida jinete, dueña y señora del cuerpo que gime y suplica, el cuerpo sudoroso del marido...

El bufón y la doncella

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