Cátulo
Vivamos para amarnos, Lesbia mía,
y mientras, no escuchemos lo que hablen
de nosotros los viejos pudibundos;
pueden soles ponerse y levantarse;
dormiremos los dos perpetua noche
cuando por siempre nuestra luz se apague.
Ven y dame mil besos, luego ciento;
otros mil y otros ciento al punto dame,
y otra vez cien mil dame en seguida.
Y al ir a completar muchos millones,
la cuenta equivoquemos, que ignorando
cuantos besos a darme al fin llegaste,
por lo menos, ¡oh Lesbia!, a algún celoso
le ahorraremos la pena de envidiarme.
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